HISTORIA

Estos llegaron a la isla en migraciones procedentes de la América continental. Estos primeros grupos eran cazadores paleolíticos de origen mongoloide. La segunda migración, fechada aproximadamente hace 4.500 años, procedía de Centro y Suramérica, estos tenían una fisionomía parecida a la del primer grupo. La tercera y cuarta migración procedió fundamentalmente de las Antillas en torno al 500 a. C.Mas en el último siglo los estudios arqueológicos, etnológicos y morfológicos han permitido indagar más en la vida de estos primeros habitantes de la isla.
Una clasificación más atenida a la evolución de estos grupos humanos establece también tres grupos: el de la edad de la concha (correspondiente al Guanahatebey), el de la edad de la piedra (correspondiente al Siboney) y la edad de la alfarería (correspondiente a la Taína).
En común todos estos grupos tenían una organización gentilicia matriarcal, con división del trabajo por sexo y edades con una forma de religión animista y culto a los antepasados.En 1492 llegaron a costas cubanas (por la zona de BariayLa PintaLa Niña y la Santa María, las tres primeras naves europeas bajo el mando de Cristóbal Colón. Entre esa fecha y el 5 de noviembre, las naves se movieron por la costa oriental de Cuba, y el viernes 2 de noviembre, designó a dos de sus hombres para que, durante seis días, se internasen en el territorio cubano. Colón denominó inicialmente a la recién descubierta Isla de Cuba como Isla Juana en deferencia al Príncipe Juan, que era el heredero de la corona. Colón pensaba que había llegado a las Indias orientales y no se imaginaba que detrás de esta pequeña isla, se encontraba un continente gigantesco, desconocido para el mundo europeo. Según describen las Cartas de Indias, una vez que Colón pisó suelo cubano, se arrodilló en la arena y con la cabeza inclinada hacia arriba exclamó «Ésta es la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto jamás».
En 1513 Diego Velázquez de Cuéllar es enviado por los reyes de España como adelantado de la corte para las nuevas posesiones del reino. Seguidamente es nombrado gobernador de Cuba, con la facultad de fundar villas y efectuar repartimientos de indios, entre otras.
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Ya Velázquez había fundado la primera villa en territorio cubano, Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa en 1511. En 1513 funda San Salvador de Bayamo, así preparó la fase siguiente de la conquista, la exploración del resto de la isla, paso previo a la creación de nuevas villas. En enero de 1514 se fundó La Trinidad, el 2 de febrero de 1514 se fundó la única villa de la costa norte (que sería posteriormente trasladada al interior), Santa María del Puerto del Príncipe (actual Camagüey), entre abril y mayo de 1514 se fundaron San Cristóbal de La Habana y Sancti Spíritus y por último en agosto de 1515 quedó establecida Santiago de Cuba.
Estas villas constituían la base legal, organizativa y política en cada región lo cual se lograba al establecer en cada acto de fundación, la institución del municipio, y también garantizaban la concentración y permanencia en el territorio de un núcleo conquistador mediante la vecindad.
La encomienda fue la institución que trazó el rasgo caracterológico de la primera colonia. Esta institución colocaba a los aborígenes cubanos en manos de los españoles encomenderos, quienes debían cristianizarlos y enseñarles a trabajar; pero esta prescripción legal solo sirvió para encubrir el hecho real: la explotación aborigen en condiciones semejantes a la esclavitud.
El 10 de febrero de 1516, por petición de Velázquez, se creó el obispado de Cuba, cuya sede original estuvo en Baracoa y fue trasladada en 1523 a Santiago de Cuba.
El renglón económico dominante en estos primeros años de la colonia fue la minería, específicamente la extracción de oro, actividad en la cual se emplearon aborígenes encomendados así como algunos esclavos negros que se integraron desde muy temprano al conglomerado étnico que siglos después constituiría el pueblo cubano. Una vez agotados los yacimientos de oro este sector recaería sobre el cobre de las minas de Santiago del Prado.
Ya en 1503 los Reyes Católicos fundaban la Casa de Contratación de Sevilla la cual fue destinada con el objetivo de organizar y monopolizar el comercio español con sus nuevas posesiones, lo que despertó los celos de las otras potencias europeas.
Como consecuencia de las guerras entre Francia y España, hicieron su presencia en el Caribe los primeros corsarios a los que se sumaron después ingleses y holandeses. Aunque fueron fundamentalmente los galos que desolaron la isla, tal como Roberto de Baal y Jacques de Sores.
Para repeler a estos ataques la Corona pone en marcha dos planes, ambos muy favorables para la nueva capital, La Habana. El primero fue el Sistema de Flotas o Puerto Único, mediante el cual todas las embarcaciones de las Indias Occidentales (Hispanoamérica) tenían que partir juntas rumbo a España desde el otrora Puerto de Carenas (la bahía de La Habana), lo que desarrolló un auge comercial sin precedentes en la ciudad con el crecimiento de su población y la diversificación de su actividad comercial por la creación de nuevos oficios. El segundo plan fue dirigido a fortificar la ciudad, el cual tuvo como precedente la construcción ya en 1538 de la segunda fortaleza de América y que fue nombrada Castillo de la Real Fuerza. De años posteriores datan la protección de la bahía con fortificaciones como el Morro y la Punta.
Este desarrollo económico de La Habana contrastaba sobremanera con la escasa, casi nula, actividad comercial de las poblaciones alejadas, las cuales iniciaron un comercio de contrabando con los corsarios extranjeros como forma de subsistencia, burlando así el Monopolio Comercial Español.
En el siglo XVIII casi todas las tierras estaban repartidas en la isla, particularmente las occidentales y las de las grandes sabanas, pero se mantenían improductivas y despobladas. La producción de tabacose incrementó entre 1713 y 1720. Paralelo al proceso tabacalero se dio el azucarero. Las nuevas fábricas o trapiches se ubicaron en las proximidades de los centros urbanos. En 1740 se creó la Real Compañía de Comercio de La Habana, a ella se le otorgó el privilegio del control y conducción del tabaco, los azúcares y el coambre de Cuba a España, como parte del control metropolitano.
El desarrollo de las ciudades y villas fue marcadamente desigual. La Habana llegó a ser a mediados de siglo, la tercera urbe y el primer puerto del Nuevo Mundo con una activa y bulliciosa vida portuaria y comercial. En 1728 se funda la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana y el colegio de San José, que junto a los conventos de Belén y San Francisco, imparten la enseñanza en la capital y el Seminario de San Basilio el Magno en Santiago de Cuba.
En esta etapa comienzan a observarse las primeras luchas sociales en la historia de Cuba como consecuencia de las medidas monopólicas tomadas por la Corona acentuados ahora por el llamado Estanco del Tabaco que prohibía la venta del producto a particulares, colocaba el precio arbitrariamente y establecía las cantidades a comprar. Los movimientos se concentran fundamentalmente en los vegueros y los cobreros, lo que dio lugar a protestas y sublevaciones, la tercera de las cuales fue violentamente reprimida mediante la ejecución de once vegueros en Santiago de las Vegas, población próxima a la capital. Imposibilitados de vencer el monopolio, los más ricos habaneros decidieron participar de sus beneficios.
Al estallar la Guerra de los Siete Años, entre Francia e Inglaterra, España entraría a favor de la primera. Está contienda sirvió de escenario para que los ingleses dirigieran la mayor armada que había cruzado el Atlántico bajo la dirección de Sir Jorge Pockock con el objetivo de tomar La Habana. La ineficacia de las máximas autoridades españolas en la defensa de la ciudad contrastó con la disposición combativa de los criollos, expresada sobre todo en la figura de José Antonio Gómez, valeroso capitán de milicia de la cercana villa de Guanabacoa, muerto a consecuencia de los combates y la del capitán español don Luis de Velasco al defender el Castillo del Morro. El 12 de agosto de 1762 se firmó la capitulación de la ciudad, al día siguiente entraban triunfantes las tropas británicas. Esta ocupación duró once meses.
El 6 de julio de 1763 tomaba posesión del gobierno de Cuba, en nombre del rey de España, el teniente general Ambrosio de Funes y Villalpando, Conde de Ricla. A cambio de la estratégica posición, se le entregaba a Gran Bretaña la Península de La Florida.
Las prioridades del Conde de Ricla y sus sucesores ilustrados estaban dirigidas al fortalecimiento militar de la isla. Este objetivo debía cumplirse aplicando una nueva política que se basaba en la necesidad de crear una amplia base económica y ágiles mecanismos administrativos que le permitieran que el sistema defensivo fuese lo más autóctono y potente posible.
En el breve período de dos años, en La Habana se reconstruyen las fortalezas del Morro, La fuerza y La Punta; se edifican La Cabaña, Atarés y El Príncipe; los fortines de La Chorrera y Cojímar y se moderniza la muralla. Hacia 1774, el sistema se completó con la ampliación de los castillos de San Severino en Matanzas y El Morro en Santiago de Cuba.
En cuanto a la economía se reorganizó la administración con la creación de la Real Intendencia General de Ejército y Hacienda; la supresión de los privilegios de la Real Compañía de La Habana y la permisibilidad del libre comercio con extranjeros; la promulgación por la Corona de la nueva ley arancelaria; la liquidación del monopolio de Cádiz con la apertura al comercio de la isla de otros puertos españoles, la ejecución de planes de desarrollo urbano y el reajuste de todo el sistema de impuestos con el objetivo de que, a corto plazo, cubriese los gastos administrativos de la isla.
Bajo Ricla y sus sucesor el Marqués de la Torre, La Habana incrementó la pavimentación e inició el alumbrado de las calles, dispuso medidas sanitarias, e inició la construcción del primer paseo habanero, la Alameda de Paula; del primer teatro, El Principal; y del Palacio de los Capitanes Generales. Se llevó a cabo el primer censo poblacional de 1774 y se inició el trazado urbanístico de la ciudad, mediante el cual se prohibió las casas de guano e imponiendo una nueva arquitectura de grandes y ostentosos palacios.
Los hacendados criollos se enriquecieron y su flamante poder se materializó en instituciones que, como la Sociedad Económica de Amigos del País y el Real Consulado, canalizaron su influencia en el gobierno colonial.
En este contexto hace su entrada en la escena histórica cubana un cerrado y brillante grupo de hombres de pensamiento, la Generación del 92 o la Ilustración Reformista Cubana. Francisco de Arango y Parreño es el más brillante expositor del proyecto socioeconómico y el de mayor agudeza política. Las principales proposiciones de este grupo liderado por Parreño eran: libre comercio de esclavos; aumento de la esclavitud para resolver las necesidades de fuerza de trabajo y eliminación de todos los obstáculos que impiden su explotación intensiva; mejoramiento y perfeccionamiento en la utilización de tierras y la aplicación de la más moderna técnica; desarrollo tecnológico de la manufactura azucarera, desarrollo científico del país, libertad de comercio y disminución de la usura en los préstamos necesarios para incrementar la agricultura y la manufactura.
Hacia 1802, comienza a observarse otra corriente en la Ilustración Reformista Cubana. El movimiento se aglutina alrededor del obispo de La Habana Juan José Díaz de Espada Fernández y Landa y tiene dos centros de proyección colocados bajo la dirección de aquel: el Real y Conciliar Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio y la Real Sociedad Económica de Amigos del País. La actividad de este nuevo grupo se dirige más a la esfera social y a la del pensamiento que a la económica.
Desde el punto de vista político su proyección no es homogénea aunque todos sus integrantes muestran adhesión a las ideas políticas modernas, una tendencia descentralizadora y autonómica y la ponderación de lo cubano en formación en cuyo proceso quieren incidir. Espada es antirracista, antiesclavista, antilatifundista, crítico de la oligarquía y asume un proyecto de desarrollo sobre la base de la pequeña propiedad agraria. En esta corriente se formaron inicialmente Félix Varela, José de la Luz y Caballero, José Antonio Saco, Felipe Poey y Domingo del Monte.
Otra corriente política cifraba sus esperanzas de solución de los problemas cubanos en la anexión a Estados Unidos. En esta actitud convergía tanto un sector de los hacendados esclavistas que veía en la incorporación de Cuba a los Estados Unidos una garantía para la supervivencia de la esclavitud -dado el apoyo que encontrarían en los estados sureños-, como individuos animados por las posibilidades que ofrecía la democracia estadounidense en comparación con el despotismo hispano. Los primeros, agrupados en el "Club de La Habana" favorecieron las gestiones de compra de la isla por parte del gobierno de Washington, así como las posibilidades de una invasión "liberadora" encabezada por algún general estadounidense.
En esta última dirección encaminó sus esfuerzos Narciso López, general de origen venezolano que, tras haber servido largos años en el ejército español, se involucró en los trajines conspirativos anexionistas. López condujo a Cuba dos fracasadas expediciones, y en la última fue capturado y ejecutado por las autoridades coloniales en 1851.
Otra corriente separatista más radical aspiraba a conquistar la independencia de Cuba. De temprana aparición —en 1810 se descubre la primera conspiración independentista liderada por Román de la Luz—, este separatismo alcanza un momento de auge en los primeros años de la década de 1820. Bajo el influjo coincidente de la gesta emancipadora en el continente y el trienio constitucional en España, proliferaron en la isla logias masónicas y sociedades secretas. Dos importantes conspiraciones fueron abortadas en esta etapa, la de los Soles y Rayos de Bolívar (1823), en la que participaba el poeta José María Heredia -cumbre del romanticismo literario cubano- y más adelante la de la Gran Legión del Águila Negra alentada desde México.
El Padre Félix Varela Morales, definido por Luz y Caballero como “el que nos enseñó primero en pensar”, fue el iniciador de la ideología de la independencia cubana. Educador, político sagaz, filósofo, sostuvo que Cuba debía ser independiente tanto de España como de los Estados Unidos y que esa independencia sólo sería real si se lograba con los propios medios y por los propios naturales. Fue condenado a muerte por la Corona española, vivió en el exilio hasta su muerte en 1853. Su esfuerzo, sin embargo, tardaría largos años en fructificar pues las circunstancias, tanto internas como externas, no resultaban favorables al independentismo cubano.
El fracaso de la Junta de Información convocada en 1867 por el gobierno metropolitano para revisar su política colonial en Cuba, supuso un golpe demoledor para las esperanzas reformistas frustradas en reiteradas ocasiones. Tales circunstancias favorecieron el independentismo latente entre los sectores más avanzados de la sociedad cubana, propiciando la articulación de un vasto movimiento conspirativo en las regiones centro orientales del país.

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